El paisajismo, o arquitectura del paisaje, es el arte de construir el espacio, ello incluye elementos vegetales, minerales y otros. En paisajismo la misma vivienda o grupo constructivo, es un elemento más del paisaje, y debe estar perfectamente integrada en todo el conjunto del diseño.
Dentro de este concepto, se incluye cualquier dimensión del espacio a construir y cualquier lugar; desde una pequeña terraza, hasta la ordenación paisajística a escala regional o territorial.
El paisajista o la paisajista, ha de tener grandes conocimientos técnicos, que se adquieren con el estudio y sobre todo en el tiempo con la práctica de la profesión, pero además, un buen paisajista ha de poseer de forma innata una gran capacidad artística y creativa, sin esta última, simplemente será un técnico, quizás un gran técnico, pero nunca un artista en la arquitectura del paisaje.
Esto nos lo explica muy bien Javier de Winthuysen, que nace en Sevilla el 30 de Marzo del 1.874; alma libre, que dedicó su vida entera al ARTE; gran pintor, paisajista y escritor Sevillano, conservador de los jardines históricos de España; contemporáneo y amigo de los poetas Antonio y Manuel Machado, Valle Inclán, Lasso de la Vega, el pintor Joaquín Sorolla, el escritor Juan Ramón Jiménez el arquitecto paisajista Forestier y otros grandes artistas de la época. En el libro Javier de Winthuysen , jardinero, (del real jardín botánico, consejo superior de investigaciones científicas).
Nos cuenta el mismo Winthuysen: << puse durante años todo el cariño, todo el trabajo y toda la ansia de que es capaz un espíritu que tiene como religión el arte y la naturaleza. Lo que esto significó no pueden entenderlo los no iniciados. Hacer una obra de jardinería no es solo cambiar ritmos como en otra construcción artística; los elementos que la constituyen tienen su vida, su expresión, sus particulares bellezas, su dinamismo; son seres vivos que al operar con ellos para un efecto ulterior se siente el temor de lastimarlos, de deformarlos quizás, de que la manipulación pueda restarles aquello que es esencial de su propia naturaleza, a lo que la creación artística no puede superar, y , cerrando los ojos, y acudiendo a la imaginación, se figura uno lo que han de ser aquellos seres cuando, pasado el tiempo, desaparezca la huella grosera del trabajo y vuelvan a ordenarse por sí mismos presentando sus ingénitas bellezas>>.
Esto no ha cambiado en el tiempo; el paisajista siente su mayor frustración, cuando observa un bello y magnífico paisaje salvaje, creado por la sabia y perfecta naturaleza, en cuya contemplación queda extasiado y se da cuenta de lo insignificante que es su propia obra, por buena que sea, de que jamás, ni en su mejor creación podrá superarla, ni siquiera podrá reproducir una copia mediocre de lo que está viendo. Es la propia naturaleza la que me ha dado y me sigue dando la inspiración y las lecciones magistrales sobre el arte de construir el paisaje.